Un cuento casi perfecto
Pero remontémonos al principio y alfa de la historia vital, ese día donde sales literalmente "disparado", junto a otros 3 millones de competidores dispuestos a todo por conseguir su objetivo, sorteando toda clase de obstáculos y cuellos de botella, OJO reales y objetivos; no de los otros sensibleros: "que me ha mirado feo", "que no he podido ganar en la play" o "que en la selfie he salido un poquito gorda/o"; pero por sobre todo, demostrando desde ese preciso instante una fe inquebrantable, un espíritu indomable y a prueba de todo y todos, incluso de esos alocados seres con pañueletas verdes o de batas blancas, que pretenden destrozar todo este entramado perfecto, dispuesto por la naturaleza y el relojero que todo lo sabe y todo lo ve.
Y llega el gran momento del encuentro
entre cóncavo y convexo¡¡¡, del ganador de la vida y el destino manifiesto, fecundando su objetivo y zas se
produce la magia de la vida, esa chispa que sigue y persigue al ser humano por
miles de años y constituye su esencia y razón.
Y te vistes con el "maillot
amarillo" y descorchas el mejor champagne, orgulloso de tu gran proeza y
de ser sabedor que pronto éste abigarrado unicelular y amorfo, cobrará sustancia, forma y sobre todo conciencia, y será el regalo perfecto, puesto por el relojero y el destino, para tus creadores de esta perfección ontológica.
Y lo siguiente, es más bien la parte
dorada y casi perfecta del cuento, esas casi 40 semanas dónde todo es "utilidades libres de impuestos" y disfrute a pleno de la cuna perfecta, esa que
te provee y otorga como nadie mas lo hará por el resto de tu vida y dónde
compruebas con éxtasis total y en primera persona que el amor incondicional y
perfecto si existe y estás dentro de él, donde lo tienes todo: espacio, alimento
y sobre todo amor para ti y a cuerpo de rey/reina.
Y duermes, y te alimentas y juegas a las
pataditas y vuelves a soñar con globos de colores y la voz que cariñosa y
delicadamente te habla desde fuera y la que reconocerías entre millones y
prefieres incluso a la de Adelle, Celine Dion o la Trevi; esa que te calma, te
regocija y vuelve a ponerte en una ataraxia incomprensiblemente dulce, rayando
la felicidad completa.
Y noche así y día también, creciendo
sano-a y fuerte, multiplicando tus capacidades, funciones y células, hasta que
llega el día "D", ese que tus creadores esperan impaciente y
nerviosamente con meridiano control y seguimiento del caso.
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