EL MAL RECORRIENDO CADA UNA DE TUS CÉLULAS
Luego de 2 años y medio de ir esquivando y haciéndole el quite al bicho, tomando nota de cuantas previsiones recomendaban, desde la cuestionada OMS y su tristemente célebre Director General Thedros Adanhom que no dió pie con bola en todo este entuerto de salud; pasando por autoridades médicas nacionales y sobre todo y particularmente, destaco esa primera línea de batalla, ese regimiento de batas blancas -hombres y mujeres por igual- que arriesgando su propia integridad, dieron guerra a este invisible; pero letal virus que se cobró millones de víctimas a lo largo y ancho de este nuestro hogar común.
Y se llevó a hombres y mujeres por igual (7 a 3 la relación), a viejos, jóvenes y hasta algún infortunado niño que tuvo la desgracia de cruzarse en este reguero de muerte; a ricos y pobres; a moros y cristianos, a los de izquierda y también a los de derecha; en fin un virus democrático e implacable en toda regla. Y había que poner las mejores mentes de la disciplina al servicio de la humanidad, y como pocas veces suele suceder en esta convivencia humana, intercultural , de seres tan distintos y parecidos a la vez, todos sintonizaron y unieron esfuerzos y capacidad, para luchar denodada y dignamente, contra este nanométrico y mortífero virus.
Y un año y pico después de que dió inicio este flagelo de nuestros tiempos, a velocidad crucero y eficiencia científica, el ser humano luego de darle mil y un vueltas al asunto y con esa tenacidad y espíritu indomable que le caracterizan, ya tenía un antídoto para esta fatídica circunstancia, y aún en estos satisfactorios hallazgos y como todo tiene contrapeso en este circo de mortales, salieron los imbéciles de turno por todo lado e idioma, para pregonar un movimiento tan ignorante como maquiavélico, los tristemente repulsivos antivacunas, grupículo tan esperpéntico, cómo anticientífico del todo.
Y ahora, luego de tantas evasiones y quiebres de cintura, el maldito intruso invisible, entró en el cuerpo y la sangre; que literalmente, me tiene 3 días hecho polvo y una piltrafa humana: tos persistente e incansable que lastima ambos pulmones; dolores de cabeza constantes que pinchan cómo filosas agujas desde el hipotálamo hasta el cerebelo; escalofríos pegajosos e insistentes que recorren de norte a sur todo y de este a oeste todo el organismo, como un tsunami inquieto y vertiginoso; y resultados generales del partido: me tienen hecho un guiñapo de masa muscular blandengue y cariacontecida por no saber lo que le está sucediendo internamente; riñones que pareciera que están sueltos del resto de los órganos, pues al caminar se sienten helados e indefensos. Una mucosidad tan molestosa e intransigente que me tiene 3 o 4 noches entre pesadillas, insomnios, ardores y cuadros febriles y pensamientos distorsionados y patidifusos.
Advierto claramente, que de no tener las vacunas como se debe, pues muy probablemente en estos instantes estaría visitando el otro lado de la verja antes de tiempo y sin todos los deberes y sueños cumplidos; ya que incluso teniéndolos, tengo hasta las pestañas entumecidas y con una especie de makurka permanente, que no permite salir de cama, ni ausentarme por más de una hora del lecho, porque los huesos crujen como bisagras viejas y los músculos no reaccionan como deberían, imagínense ahora en el caso de haber pasado olímpicamente la vacunación, no creo que lo hubiera podido contar.
Y como bien dicen "lo que no te mata, te hace mas fuerte", ahora sin embargo, no sé cuánto tiempo pueda pasar hasta recuperar ese nivel precovid; a estás alturas solo estoy seguro de 2 cosas que las pongo ya en el epílogo de estas líneas febriles: 1. Este tema definitivamente pareciera ser una mala broma en el destino de los mortales, o una macabra jugada para ver nuestro poder y capacidad de reacción; y jugamos el partido y lo ganamos, logro por el cual el género humano debería estar profundamente orgulloso; muy a pesar de todos los que se fueron y todavía no era su tiempo, siempre los recordaremos con cariño y nos quedará esa espinita de no haber podido hacer lo suficiente y 2. El hecho de agradecer y valorar de forma permanente, el estar sano con tus 5 sentidos, con tu corazón en paz, con tus órganos en condiciones y con tu mente todavía operativa y desgranando sentimientos optimistas; y en todo caso racionales y medianamente analíticos.
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