EL LUGAR MÁS FELÍZ Y DEMOCRÁTICO DEL MUNDO MUNDIAL
Hay un lugar en el mundo que es el epítome de lo que se anhelaría en esta aldea global tapizada por cemento y ladrillo donde se mire. Éste casi inverosímil rinconcito donde millonarios, clase media y gente humilde van por igual a divertirse y tratar de desconectar positivamente de esta realidad que ocasionalmente nos apabulla y nos agobia.
Es el sitio por excelencia, donde grandes y chicos, familias enteras o solitarios empedernidos tienen como objetivo pasarla bien, corriendo, compartiendo, saltando, sacando fotos, pateando una pelota o manejando su respectiva huesudita (bicicleta, por si le hayan podido dar otra interpretación).
Si nos ponemos a pensar reflexiva y objetivamente el tema, pocos lugares en el mundo (es más probablemente no haya otro de sus peculiaridades, ni siquiera las canchas deportivas, pues estas se deben pagar por usarlas) tienen ese gran privilegio y característica de ser enteramente gratuita y donde los concurrentes se inventan cachitos de felicidad como pueden, donde el tener más dinero o poder no te hace el más feliz, nin el más omnipotente.
Acudamos en manada, llevemos a nuestro clan - cuanto más mejor - a este punto de encuentro multifacético, multicultural y con un abanico de colores visual y emocional, tan reconfortante como desestresante y donde te sientes miembro del equipo que es fan de este apasionante y mágico rinconcito de experiencias y mil juegos de todo tamaño, proporción y participantes.
Asistamos mientras podamos hacerlo, con o sin compañía, que igual se puede disfrutarlo en soledad, acompañado de tus pensamientos y arropado por tus reflexiones, único requisito para éste última consigna: ser al menos medianamente empático y que te gusta las risas y felicidad de los demás, que es buen síntoma de salud y mejor terapia para el alma.
Me imagino un edén soñado, rayando la perfección y casi llegando a la utopía y óptimo de Pareto, semejante a un parque: repleto de niños, con mascotas correteando alrededor, compartiendo momentos inigualables, donde prácticamente todo el mundo tiene una sonrisa que la había archivado en la oficina durante la semana y la vuelve a relucir fresca y sincera al lado de sus retoños y mejor aún acompañado alguna vez, de sus raíces biológicas.
Definitivamente considero lo más parecido a ese cielo donde propios y extraños deseamos ir, una vez cumplida la función vital y cuando nos apaguen la luz, el cual siempre esperamos que pueda ser más tarde que temprano, pero eso nadie lo sabe.
Este mágico lugar, donde los viejos rejuvenecen con los carrerones que tiene que darse, por "cuidar abnegadamente" a sus nietos; donde los adultos inconscientemente vuelven a ser los niños que fueron algún día, y sentir que el reloj de la vida si bien no se detiene, pero por lo menos y por los instantes que estés ahí, te hacen sentir lo que sentiste en su día, cuando ibas con tu banda de amigazos a inventarte la felicidad y la travesura, y de pronto hasta tienes más fuerza y más bríos, como para subirte a las paralelas; de treparte al árbol que te decía el abuelo que no lo hicieras porque todavía no tenías edad para ello; de resbalar en el tobogán echando chispas, aunque los huesos -que no sabías que tenías - te crujan; o de subirte al columpio para ver si aún eres capaz de impulsarte como lo hacías hace más de 3 décadas, aunque esta vez se haya bajado el listón y tu hijo sin mucho esfuerzo te de una paliza de acción y te muestre relajadamente la relatividad de las cosas y momentos y la forma de hacerlo bien, pero bueno al final te atreviste a hacerlo y lo volviste a hacer, que eso es lo que cuenta.
Y donde es el paraíso de los niños, que dan rienda suelta a todos sus instintos y pasiones infantiles, subiendo, trepando, corriendo, saltando y también lastimándose, porque también se va a este sitio para ello, para aprender a ser un niño-a de verdad jeje y esas pequeñas grandes lecciones que te da la vida, para que mejores la técnica o en definitiva para que hayas aprendido la lección.
En fin y cuando llegue la hora que el relojero me toque el hombro y me diga que debemos marchar a su huerta, me encantaría un lugar como éste, sería el capítulo final soñado y con broche de oro a una existencia plena, vital; con aroma a petricor y leña; con sabor a café y chairo; mirando a los ojos a mis 4 prolongaciones vitales y a la socia que me acompañó en el sendero; soñando con seguir haciendo travesuras en el tobogán, el columpio, las paralelas o el sube y baja; pero esta vez del otro lado, tal vez desde alguna estrella arrojando globos de colores de vez en cuando a la cabeza de mis chitys.
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