RARA AVIS EN PELIGRO DE EXTINCIÓN
Domingo temprano por la mañana y mientras unos preparan sus motorizados para la salida familiar correspondiente, lavando y poniendo a punto el vehículo que los llevará a destino; un destino que apretando más o menos el acelerador, el freno y el embrague, te hará llegar más pronto al sitio planificado, así ésta sea la tienda de la esquina (porque de haber comodones sedentarios, conozco y varios de campeonato) o el restaurant dominguero de turno; total, cada vez hay una oferta gastronómica más variopinta y las "jornadas dominicales se han hecho para dar gusto al paladar y de paso hacer crecer la panza (esa frase la he escuchado recurrentemente de propios y extraños y ya me va sonando a regueton barato, por lo hueco y superficial del argumento).
Sin embargo, hoy quiero referirme a otra casta y estirpe que marca la diferencia y provoca catarsis (por lo poco probable y visible en nuestras actuales sociedades y contextos líquidos y de pura selfie); de esas que tiene por compañía una voluntad de hierro y un complemento vitamínico de adrenalina y serotonina, recompensado de sensaciones de satisfacción y orgullo personal inigualables y que no te los quita nadie, por haberteló ganado a pulso, sudor, palpitaciones y donde tu sistema muscular y el estado de ánimo en general, se ven tonificados y robustecidos, ganancia total por donde se lo vea.
Esos cuantos locos de esta aldea, cual raras avis o mostruos de 2 cabezas y 3 ojos; somos nada más ni menos que la pléyade de sudorosos masoquistas que nos encanta la incomparable compañía de nuestra amiga "huesuda" y cada parte de su esbelto organismo: un cuadro con un sillín confortable y a ser posible con un cojíncito de gel; unos buenos amortigüadores que agüanten los descensos donde ocasionalmente nuestros asfaltos suelen ser como una calamina de traqueteos y rebotes a más no poder. Un buen par de frenos (recomendable en lo posible de disco y shimano) que se tengan un freno seco y según la fuerza que le imprimas, para volverte loco en las bajadas y a todo vapor. Un sistema de cambios de marcha de calidad para que te brinde alivio y eviten que exploten las piernas en el intento y a manera de empujón y donde te sientes invencible porque estás venciendo a la empinada por muy aterradora que esta sea. Y por supuesto unas llantas confiables, tu casco, un par de guantes y si es posible una música agradable que acompañe tu travesía por los caminos de la vida y de dios.
Pues si señores; todavía existimos algunos de esta noble casta de luchadores de dos ruedas, aunque debo confesar que estamos en peligro de extinción, pero probablemente eso no nos preocupe ni quite el sueño, porque creo que estamos en las carreteras los que verdaderamente somos y sentimos. Hemos sobrevivido al covid, estamos sobreviviendo al clan azul y a tantas otras pestes y epidemias, que probablemente seamos inmortales.
Y seguiremos contra viento, marea, conductores inescrupulosos y poco empáticos (ya quisiera ver a algunos de estos insolentes descerebrados encima de una bici, estoy seguro que a los 5 minutos está cagándose de cansancio, echando espuma por la boca o queriendo marcar el número de emergencia, así que estimado gaznápiro, mi consejo: ponte en el lugar de ciclista y aprende a valorarlo).
Es una pasión que probablemente pocos lo entiendan, porque lo normalito y políticamente funcional es subirse al coche o a la moto y mover las benditas palancas del freno, embrague y acelerador; pero esta sensación de darle a los pedales y sudar cada gota de cada kilómetro recorrido, eso querido amigo, simple y sencillamente es único e inigualable.
Haz la prueba y si sobrevives al intento, entonces serás uno de los nuestros ¡¡¡¡¡
Comentarios
Publicar un comentario