MI CIUDAD RESILIENTE

 

A TÍ, QUERIDÍSIMA CIUDAD




Ciudad de millón y pico de almas incluyendo la mía (con el censo sabremos medianamente bien cuánto creciste demográficamente); cuántas veces te han malquerido, maltratado y malpagado ¡¡¡

 

Advenedizos de poder, borrachos impenitentes o inescrupulosos visitantes, gaznápiros ignorantes que justifican y se regocijan en arrojarte piedras, rayar tus paredes o tirar basura en tus calles; que no saben la descomunal vivencia e historias para contar que tienes, que ignoran la gran cantidad de hijos que te han llenado de orgullo y satisfacción  a lo largo de estos casi 5 siglos de vida que tienen tus calles y tus arrugas; como para que ahora, mindundis de quinta y desquiciados políticos coyunturales, opaquen tu imagen haciéndote sentir desdichada y vilipendiada.

 

Sabes, mi ciudad resiliente?, de barrios agradables, tranquilos y acogedores de paletas inextinguibles de colores de gentes, platos y danzas folklóricas de mosaicos interminables: raciales, culturales, deportivos y sociales, de tus callejuelas estrechas y con historias para empapelar toda la autopista, de tus avenidas y construcciones modernas que encarnan tu pujanza y crecimiento, de tus puentes que muestran la grandeza y calidad de tus de recursos humanos de tus teleféricos que te confieren otra perspectiva a vuelo de pájaro de tus hombres y mujeres batalladores, como su artística marraqueta con queso, su tradicional salteña, su helado de canela o su chairito de la abuela, de tus niños y guardapolvos blancos, que esperan mejores días y mayor educación, de tus ancianos que buena parte de ellos, desearían culminar su existencia plácidamente en una de tus singulares parquecitos de barrio, empapados por el sudor y abrazo de sus nietos.

 

En fin mi La Paz del alma, ciudad resiliente, mi cuna geográfica, cultural y romántica; me enseñaste a quererte como a ninguna y caer rendido a tu mágico encanto, desde esa inigualable infancia correteando entre tus plazitas sopocacheñas, canchas de fútbol, aulas de cole, incluído presidentes a dolor e inflación de vértigo esa juventud apacible entre libros, instrucción militar y trasnochadas de campeonato de docentes universitarios, camaradas de verdad y boliches con amigos, hasta ese día de septiembre que tuve que dejarte por una década, y entre lágrimas y suspiros internos, te prometí que un día volvería a recorrer tus calles y rinconcitos inigualables y fue así, porque iban 10 años que había dejado mi terruño, y ya los amigos y familiares me miraban con ojos de ausencia, decidí retornar a mi punto de orígen y recoser el lazo umbilical (gracias Campero), y ya lo ves, cumplí mi promesa y de paso decidí obsequiarte a mis 4 prolongaciones vitales como santo y seña de una comunión indisoluble y permanente para que ellos también encuentren gusto y cariño por jugar y crecer en tus entrañas urbanas.

 

Ahora ya cercano al medio siglo y los respectivos tacos al calendario, donde ocasionalmente el atavismo y la nostalgia golpean la puerta y desean pasar, hecho la mirada para atrás, para desempolvar recuerdos y volver a vivir lo bailado, y todavía puedo ver aquel niño jugando en tus canchitas de tierra, al trompo o a las bolitas, aquel lokalla maravillado con tus colores de tierra y nieve, tus aromas a callecitas de tierra y quirquiña, tus sabores, tus paisajes limpios y naturales en esta hondonada tan peculiar cómo incomparable al lado de tu sempiterno Illimani, que creció entre tus calles y parques, auroras y ocasos, amores y desencuentros; que mamó de tus fuentes y boliches; orate o juicioso;, sobrio o bohemio alegrón, aquel que supo sacarle partido a cada momento, lugar y secreto tuyo, ese que disfrutó saludablemente o no tanto, de tus encantos, sin medida ni pudor, ese que muy probablemente en un futuro lejano o quien sabe desee pasar al otro lado y convertirse en ceniza contemplando tu horizonte.

 

En fin, me sigo considerando tu eterno admirador y enamorado tuyo pues al igual que una madre, la tierra que te vió nacer es una sola y para siempre.










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